A casi cuarenta años de su fallecimiento, Eleanora Fanan Gough, conocida artísticamente y para la posteridad como Billie Holiday, fue una de las voces más populares de Jazz and Soul en los inicios y mediados del siglo XX, una voz abrumada y cautivadora que aún genera sensaciones distintas mediante un repertorio más que provocativo y tenaz en la historia de la música contemporánea. Y es, a propósito de la vanguardia y el sentimiento de Lady Day, que comentaré una historieta argentina lanzada en el año 2007 y que homenajea y tributa los aportes musicales de esta señora, empleando la imagen difusa como recurso esencial para producir un climax que asemeje el de aquel ambiente festivo y angustiante que envolvió la vida, casi en su totalidad, de esta afamada intérprete.
La biografía se halla aquí organizada y gesticulada de un tirón, como un soliloquio deshinibido; las más audaces experiencias en medio de este ambiente extravagante que caracterizó al febril jazz norteamericano; los desvaríos suicidas de la protagonista y su terrible desventura con los hombres: la más sustanciosa narración acerca de los 44 años que vivió Billie es expectorada por el guionista Carlos Sampayo y el dibujante José Muñoz en 56 trepidantes páginas donde el blanco y negro no la hacen más que correr y vibrar, testimoniar estruendosamente, cual aparatoso concierto límpido de saxo.
Y es ése quizás uno de los mayores atractivos que hallamos en este breve relato biográfico: el hacernos avizorar los gestos intensos de la improvisación rodeados de rostros pálidos, los cuales se nos definen por líneas muy sencillas donde el claroscuro es el elemento que nos sujeta a los síntomas tan anhelados de esta historia de por sí retro. No en un modus Caravaggio ilustrado a la moderna, pero sí un Hooper desnudando la musicalidad de la noche, sea cruento el entorno o no. La estructura narrativa, con tales atributos visuales, ya no ha de requerir otra secuencia más que la ya explicada, el rhythm and blues, la vaporosa necesidad sensualista del decir heterogéneo, con una cantidad intencionada de flash backs, y con el ánimo por hacer del centro de la obra no sólo a la Billie humana y trastabillante ante el dolor mundano, sino a la Billie hecha música por la mera aceptación de la tragedia inexorable.
Aflorando el combate que libra el individuo contra el mundo ancho y ajeno en que se asume la existencia sin más, las tentativas autodestructivas y el desahogo se mezclan para ser entendidas con cada canción como un termómetro sensorial. Desde sus inicios como prostituta degradada por el abandono paterno, la historia se zambuye en lo periodístico parcialmente: las cirscunstancias de Billie son revividas para la publicación de un artículo en un diario de dudosa importancia, sin embargo, la amarga combinación de recuerdos y la más neta subjetividad de los implicados inmiscuye a más que un simple periodista en la reconstrucción de los hechos.
El valor de esta historieta puede sustentarse en ello: el abandono vivido y el autoabandono mismo resultan una impronta de identificación moderna. No existe un personaje sufriendo una tragedia emocional y un espectador o varios relamiéndose en el hecho artístico y ético, sino que la tragedia existe por demostrar esa cualidad correlativa, lo inevitablemente colectivo de la destrucción.
Si se hubiera de entender, dentro de muchos casos del mundo de la música contemporánea, a la misma Holiday como un precedente del beat, tal vez se caería en una categorización demasiado suspicaz. Indiscutible es su influjo sobre otros artistas (Janis Joplin, la más amplia heredera que se conozca), indiscutible también el fino lenguaje musical en el cual aplica tanto su visión ahíta de explícita catarsis, además de la languidez y la tesitura de su peculiar voz, muy por el todo femenina. Es necesario comprender que tal como muchos artistas observan su degradación por el encandilamiento de la creación, también poseen la conciencia de la trascendencia en el doloroso acto creativo. "Aún ahora hay gente que espera algo de mí. De mi voz atrapada en discos", dice, segura de los resultados.
El tratamiento de este relato gráfico comentado apela, a modo de revisión, a los crímenes continuos de la sociedad, a la existencia sometida a una amargura generatriz, el vacío y el relleno, el despojo y la alternativa, la destrucción y las salidas, partiendo de una intolerancia inaudita contra el ser como artista, y muchos peores casos si de los ciudadanos civiles se trataba. El apasionamiento y la exploración de la Holiday anda y desanda sobre este caos cruel que se les obliga a vivir (para el caso de los negros en la aún lastrada sociedad discriminatoria de los Estados Unidos), en tanto que el amor contrariado pase en esta visión como una forma de degradación que la artista abordó mucho más. Temas en vínculo con esto, y por demás insuperables como Strange fruit, o I'm a fool to want you, tanto como la famosa Body and Soul, nos mantienen la idea talvez inquebrantable de que una Billie Holiday, con tanto "cuerpo y alma" por transmitir así de vigorosos, difícilmente habrá de repetirse.