27 de enero de 2009
25 de enero de 2009
20 de enero de 2009
Indescifrable combate
14 de enero de 2009
12 de enero de 2009
11 de enero de 2009
Un oscuro mar de temores
Otilia está muy enamorada de su novio, con el cual, a pesar de las discusiones y los apremios económicos, mantiene una comunicación parca pero cercana, comprendiéndolos el espectador como seres urgidos de sensaciones de seguridad, principalmente. Bucarest entra así por nuestros ojos como seguramente lo observaban sus ciudadanos hacia finales de los años ochentas: fria, impenetrable, sin un ápice de seguridad para poder comunicarse sin temores. La represión de una política comunista dictatorial por concluir, implicaba igual el forcejeo con muchas oquedades dentro de la sociedad machista rumana. Esto pasa a verse en las duras bajezas que deberán soportar ambas compañeras para poder efectuar el aborto, así como también lo sufrirá Otilia en la cena de cumpleaños de la madre de su novio, junto con unos amigos de la familia que aún rozan y versan una retahíla de discuros paternalistas sobrevivientes en la Europa desgastada por la Guerra Fria.
El nulo acceso a métodos anticonceptivos; la vulnerabilidad de la mujer; el machismo y la reticente intolerancia; la efervecente prohibición y la necesidad de los ruinosos mercados ilegales; el déficit que sólo genera más explotación, y por ende más ilegalidad... toda una gama de tópicos actuales sumados a escenas escabrosas en las que el pellejo de los personajes se nos traslada y tensa gracias a silencios que no hacen más que trasmitirnos en cucharadas amargas la universalidad que envuelve a estos marginales seres que aún no hallan solución a su conflictivo y amordazado pesar.
Es una sensación palpitante y desenfrenada ésta de observar a Otilia con el mismo gesto de miedo y con mirada cautelosa midiendo cada paso con bocanadas heladas por las calles, mientras evita la persecución, o la cárcel en el peor de los casos, con el afán de ayudar a Gabita, evitar caer en el mismo orden de géneros con su novio, y empezar a sobrevivir con el secreto de una vida interrumpida y arrojada a un basurero, pero que quizás encontraría peor interrupción tras nueve meses en proceso: la de la libertad y la de la propia decisión. Observa por la ventana con desahogo o tal vez con rencor para, finalmente, esperar a que haya mar claro y abierto. Y así, poder decidir.
2 de enero de 2009
Inercias (Parte II)
—Yo —dijo Zenón—, hacia los Pirineos.
Ambos callaron. El camino llano, bordeado de álamos, extendía ante ellos un fragmento del libre universo. El aventurero del poder y el aventurero del saber caminaban uno al lado de otro.
—Mirad bien —continuó Zenón—. Más allá de aquel pueblo, hay otros pueblos; más allá de aquella abadía, otras abadías, más allá de esta fortaleza, otras fortalezas. Y en cada uno de esos castillos de ideas, de esas chozas de opiniones superpuestas a las chozas de madera y a los castillos de piedra, la vida aprisiona a los locos y abre un boquete para que escapen los sabios. Más allá de los Alpes está Italia. Más allá de los Pirineos, España. Por un lado, el país de La Mirandola; por el otro, el de Avicena. Y más lejos, el mar, y más allá del mar, en las otras orillas de la inmensidad, Arabia, Norea, la India, las dos Américas. Y por doquier los valles en donde se recogen las plantas medicinales, las rocas en donde se esconden los metales, que simbolizan cada momento de la Gran Obra, los grimorios depositados entre los dientes de los muertos, los dioses que ofrecen sus promesas, las multitudes en que cada hombre se cree el centro del universo. ¿Quién puede ser tan insensato como para morir sin haber dado, por lo menos, una vuelta a su cárcel? Ya lo veis, hermano Henri, soy en verdad un peregrino. El camino es largo, pero yo soy joven. (...)