26 de diciembre de 2008

Una canción remota siempre acompaña a un gran invento

La canción inusual, la menos cantada, la ahora más recordada: el tarareo en falsete como si alguien me oye en la soledad de las frituras a hora calentadas. Pobre hornilla grasosa, pobres panes rebanados, pobre también aquel termo con la boca abierta esperando el contenido... todos sufriendo con el mismo tarareo... la cancioncilla preciosista medio hippie que acompaña a mi invento culinario. El movimiento entre esas cuatro paredes mientras otros desinteresados cantan sus propios dilemas futbolísticos, "que el arco, que el puntaje, que la tarjeta color-tal" y mil tonterías más. La canción de siempre. El "descubrimiento" a voz en pecho.
Se empieza haciendo cosas necesarias, de esas en las que se requiere mucha disposición, esas que implican ingredientes al contacto (vaya con aquel fulano, teorizando como un experto), el aceite de oliva, el queso laive aún empaquetado, la carne supurando entre burbujitas marrones y viscosas... la excelente cancioncilla que nunca cambia de ritmo. Y de pronto el sonidito del teléfono que nadie contesta; aquel infortunado volverá a llamar si es que así lo desea. Y el invento que se seca en la sartén sorda de tanto coro sin modulaciones ni cambio de nota. Esparcir entre el vapor esto, esperar a que el agua atempere para vertirla en el odioso termo, que la leche con el café y tantas cucharadas para no sentir la amarga ineficacia al finalizar el día. Y el invento que se quema de tanto mezclar y mezclar amargas sustancias ahora almibaradas. El cuchillo y el plato, y todo ese ímpetu vocal ahora reducido a un vertedero mágico con colores no definidos. Ocho panes brillantes y cuadrados como caramelos cítricos, el invento aquel enfriándose en el plato hondo y con tajadas amables para repartir, el fulano-de-tal que nunca volvió a llamar, y los pasos de un verdugo dispuesto a desvirtuar tan sabrosa invención que sólo buscaba rellenar la noche de un sabor y ánimo extraños. No me sorprende ya nada; ni que resuene esa otra canción ya conocida:
- ¡Aj! ¿Qué mierda se supone qué es esto?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando vaya a tu casa a cenar consideraré mucho esos tarareos.

Anónimo dijo...

bueno, pues me hubiese gustado estar por ahí cerca y sustituir de alguna manera a tu invitado ausente, ese proceso creo que no solo anuncia una buena comida, también una buena charla, a ver si algún día tenemos ocasión...